Laura Martínez | Psicóloga

L

Entre el recuerdo y el olvido, caminando hacia una resignificación.

2022-11-03

Psic. Laura Martínez Domínguez, Psic. Nataly Beatriz Dzib Koh

Introducción.

Inicia noviembre y con ello las tradiciones en México se movilizan, el día de muertos se hace presente, tan paradójico como se escucha. Desde el año 2017 la película “Coco” (Molina y Unkrich, 2017), se ha vuelto un clásico para estas fechas. Se trata de una historia que plasma con precisión las creencias sobre como nuestra cultura percibe a la muerte. Esta película nos demuestra que después de nuestro paso en esta vida terrenal, existe otro mundo que dependiendo de la perspectiva opta diferentes nombres, paraíso, cielo, el más allá, entre otros; pero que se caracteriza por ser un lugar semejante o mejor que en el que vivimos, y que se mantiene en conexión con nuestro mundo. Este enlace permite que nuestros seres queridos nos visiten.

Esta cinta también nos ha mostrado la importancia y peculiaridad que tienen los altares, resaltando la acción de poner la fotografía de todos los seres queridos que hemos perdido sin excepciones. Para así recordar la herencia simbólica que estas personas han dejado en nosotros, que no está relacionada a lo material sino a lo emocional, como la música que nos permite entender el vínculo tan profundo entre mamá Coco y su padre. En el altar están aquellos seres cuya presencia ya no es terrenal, aquellos que hemos dejado ir con la esperanza de que un día podamos coincidir de nuevo, quizá en ese otro mundo. ¿Pero que implica dejar ir a un ser querido?

Desarrollo.

En primera instancia, implica identificar y sentir el dolor tan desgarrador que se presenta después de una situación traumática en la que hemos perdido a alguien. Este dolor del que hacemos mención no es únicamente físico, sino también psíquico (Nasio, 2015). No obstante, aun sintiendo esta confusión que este “golpe de la vida” nos da, esto no parece ser una razón suficiente para ir al médico y manifestar que no estamos bien (Freud, 1917). Es posible que resulte absurdo pensar que el doctor nos curará aun cuando el lugar en el que el dolor se hace presente no muestre una herida tangible. El dolor aparece como una fortaleza defensiva contra la locura; “es la última crispación de un yo desesperado que se contractura para no zozobrar en la nada” (Nasio, 2015, pág.15).

En segunda instancia el dejar ir, implica un duelo. Freud (1917) explica el duelo como una reacción general ante la pérdida de una persona amada; ahora con mayor relevancia las pérdidas no solo se limitan a humanos, sino también a seres vivos como las mascotas, que son concebidas como miembros de una familia. El duelo ante la ausencia del ser amado, marca en los individuos un desinterés por el mundo externo (Freud, 1917), ese mundo que se mezclaba fácilmente con nuestro mundo interno ahora está ausente. En este tiempo nos permitimos transitar a través de emociones que finalmente nos dirigen a la aceptación de que la presencia física de aquel ser querido que ya no estará más en lo terrenal. El objetivo no es olvidar, o aferrarse a no volver hablar de él; por el contrario, el duelo tiene la finalidad de transitar en el dolor, hasta el punto de percibirse como una herida que se conoce que está ahí pero que ya no duele tanto como cuando estuvo abierta.

Finalmente viene la resignificación. Para Nasio (2015) es darle un sentido y un lugar a ese dolor. Es un cambio transitorio donde el objeto amado ya no existe, por lo tanto, la energía libidinal que estaba dirigida a ese objeto se desplazará a uno nuevo (Freud, 1917). Es difícil de soltar ese objeto y ese vínculo pues ambos representan una resistencia que pudiera estar reflejado en la melancolía. 

Conclusión.

De acuerdo con la tradición, quien pierde a un ser querido durante el año, no puede realizar dichas festividades (Ruiz, 2021). Este tiempo la sociedad lo otorga como un espacio de espera para elaborar y vivir el dolor, esperando que el año entrante pueda otorgársele otro significado a la partida del ser amado, la cual se vea reflejada en el altar. Esta resignificación permite que los sentimientos de abandono, tristeza y soledad, cambien a sentimientos de esperanza en la que se la tiene la ilusión de volver a reencontrar, aunque sea por unos días con aquellos recuerdos que alguna vez se gozaron.

Referencias.

Este articulo fue publicado originalmente el 03 de Noviembre de 2022 en circulopsicoanalitico159